Hoy vamos a ver una lectura para trabajar las Competencias Básicas. Veremos un anuncio de un coche y lo comentaremos.
jueves, 12 de diciembre de 2013
jueves, 5 de diciembre de 2013
JOSE JUAN COLLADO ARAQUE
Al saquear el barco,
Alberto sorprendido por el contenido de la carta, estaba emocionado. Decía a su tripulación pirata que siguieran buscando objetos.
Después de buscar ,buscar
y buscar encontraron una reliquia en un gran cofre, esa reliquia era
un jarrón de plata bañada en oro y con incrustaciones de diamante
.El jarrón tenía inscripciones y jeroglíficos muy antiguos.
El capitán tenía una
gran curiosidad por las inscripciones y jeroglíficos de dicho jarrón
.
Un esclavo del barco
saqueado anteriormente, iba a ser sacrificado ,así que el capitán
le propuso un trato. Se trataba de que si le decía dónde había un
experto en reliquias no le sacrificaban. Entonces el esclavo les confesó que conocía
un sitio entre España y África.
jueves, 14 de noviembre de 2013
Fátima Aceituno Sevilla
Siempre tuyo.
-¡Ah del
barco! ¡Izad las velas!- Decía el capitán
Llegaron
hasta el barco francés. Saquearon todo. Alberto encontró una carta
y se la dio al capitán .El capitán le dijo a Alberto que la leyera
la carta y el dijo que sí. La carta decía lo
siguiente:
Querida
mía . Con esta carta quiero decirte lo que pocas veces te dije: que
te quiero. Y aunque
te
lo haya dicho, debo repetírtelo, porque si las palabras no se
acaban, menos mis sentimientos. Antes de ti no habrá amor, no
conoce la palabra, no existían los sentimientos, no me ilusionaba
la ilusión, ... antes de ti no habla nada, después de ti hay todo.
Quiero decirte que te ocupas mi mente, que eres duela de mis
pensamientos, que vives , quiero decirte que te debo cada segundo y
que te pago con lo que puedo: mi amor. Quisiera poder demostrarte mis
sentimientos, plasmar en palabras mis emociones, pero el amor no
tiene palabras, sólo entiende de silencios callados que lo dicen
todo- Quisiera también que nunca se acabara, que dentro de mil años
siguieras despertando a mi lado y yo al tuyo, que siguiéramos juntos
compartiendo la eternidad mientras nos miramos con la ternura de
siempre. Quisiera decirte tantas cosas, pero todo se reduce a que te
quiero, a que puedes confiar en mí y a que siempre, siempre, siempre,
estar junto a ti. Quisiera decirte, y te digo, que te amo.
lunes, 11 de noviembre de 2013
La
aventura de la cueva
de
las serpientes
En
mi segundo viaje a África Occidental conocí a bordo del barco a un
hombre que se dirigía hacia aquellas
tierras para trabajar en una plantación de plátanos. Me confesó
que solo tenía miedo a las serpientes. Yo le dije que generalmente
las serpientes estaban muy preocupadas por quitarse de en medio, y
que era improbable que viera muchas. Esta información pareció
animarle, y prometió que me avisaría si conseguía ver algún
ejemplar mientras yo estuviera por el norte del país. Le di las
gracias y olvidé todo al respecto.
La
noche anterior a mi regreso, mi joven amigo se presentó en su coche,
muy excitado. Me contó que había descubierto un foso lleno de
serpientes en la plantación de plátanos donde trabajaba, y me dijo
que todas eran mías, ¡con tal de que fuera y las sacara! Yo acepté,
sin preguntarle cómo era aquel foso, y partimos en su coche hacia la
plantación. Para mi consternación, descubrí que el foso parecía
una sepultura grande, de cuatro metros de largo, uno de ancho y unos
tres de hondo, aproximadamente. Mi amigo había decidido que la única
forma en que podía bajar era descolgándome con una cuerda. Le
expliqué apresuradamente que para cazar serpientes
en
un foso como aquel necesitaba una linterna. Mi amigo entonces ató
una gran lámpara de
parafina
al extremo de una larga cuerda.
Cuando
llegamos al borde del foso y descolgamos la lámpara, vi que el
interior estaba lleno de pequeñas víboras del Gabón, una de las
serpientes más mortíferas de África Occidental, y todas ellas
parecían muy irritadas y trastornadas, y alzaban sus cabezas en
forma de pala y nos silbaban.
Como
no había pensado que tendría que meterme en el foso con las
serpientes, llevaba puestas unas ropas inadecuadas. Unos pantalones
finos y un par de zapatillas de goma no ofrecen protección contra
los colmillos de dos centímetros y medio de longitud de una víbora
del Gabón. Expliqué esto a mi amigo y él me cedió con toda
amabilidad sus pantalones y sus zapatos, que eran bastante gruesos y
fuertes.
Así
pues, en vista de que no podía encontrar más excusas, me até la
cuerda a la cintura y empecé a
descender
al foso. Poco antes de llegar al fondo, la lámpara se apagó y uno
de los zapatos que me había prestado mi amigo, y que me estaban
demasiado grandes, se me cayó. Así que allí estaba yo, en el fondo
de un foso de tres metros de profundidad, sin luz y con un pie
descalzo, rodeado de siete u ocho mortíferas y extremadamente
irritadas víboras del Gabón. Nunca había estado más asustado.
Tuve que esperar en la oscuridad, sin atreverme a moverme, mientras
mi amigo sacaba la lámpara, la llenaba, la volvía a encender y la
bajaba de nuevo al foso. Solo entonces pude recuperar mi zapato.
Con
luz abundante y ambos zapatos puestos me sentí mucho más valiente,
y emprendí la tarea de
atrapar
las víboras. En realidad era bastante sencillo. Con un bastón
ahorquillado en la mano me aproximaba a cada reptil, lo sujetaba con
la horquilla y luego lo cogía por el dorso del cuello y lo metía en
mi saco de serpientes. Había que tener cuidado de que, mientras
estaba cogiendo una serpiente, alguna otra no se acercara
serpenteando por detrás. Sin embargo, todo transcurrió sin
incidentes, y media hora después había cogido ocho de las pequeñas
víboras del Gabón. Pensé que ya era suficiente como para seguir
adelante, así que mi amigo me sacó del foso. Después de aquella
noche llegué a la conclusión de que capturar animales solo es
peligroso si corres riesgos tontos.
GERALD
DURRELL
El
nuevo Noé (Adaptación)
1. Contesta.
• ¿Qué utensilios necesitaba el protagonista para capturar las serpientes?
• ¿Qué ropa era más adecuada para bajar al foso con las serpientes?
• ¿Cuándo sintió el protagonista más miedo?
• ¿Dónde estaban las serpientes?
• ¿Cómo descubrió el protagonista ese lugar?
• ¿Qué utensilios necesitaba el protagonista para capturar las serpientes?
• ¿Qué ropa era más adecuada para bajar al foso con las serpientes?
• ¿Cuándo sintió el protagonista más miedo?
• ¿Dónde estaban las serpientes?
• ¿Cómo descubrió el protagonista ese lugar?
2. Dale un nombre al protagonista del relato y otro a su amigo. Escribe a continuación, en forma dialogada, la conversación que ambos tuvieron en el barco.
3. Gerald Durrell fue un famoso naturalista y escritor británico que fundó un zoo en el que se conservan especies en vías de extinción. Contesta. ¿Te parece acertado que se denomine a sí mismo «el nuevo Noé»? ¿Por qué?
4. Escribe una redacción de diez líneas contando la experiencia personal en la que hayas sentido
más miedo.
USO DEL DICCIONARIO
5. Lee en tu diccionario el significado de estas dos palabras:
• cazar • capturar
¿Qué palabra explica mejor lo que hace el protagonista en el foso de las víboras?
6. Ordena de menos a más profundo.
6. Ordena de menos a más profundo.
• hondo • somero • abismal
Escribe una oración con cada una de estas palabras.
Ejemplo: En aquella zona, las aguas tenían una profundidad abismal.
7.
El sufijo -ífero significa «que produce» o «que contiene». Así,
mortífero significa «que produce la muerte» y plumífero, «que contiene
plumas».
Forma palabras.
• muerte= mortífero • metal
• pluma • petróleo
• sopor • fruto
• sueño • agua
• carbón • coral
Forma palabras.
• muerte= mortífero • metal
• pluma • petróleo
• sopor • fruto
• sueño • agua
• carbón • coral
Escribe oraciones en las que aparezcan las palabras que has escrito.
Ejemplo: Había muchas serpientes mortíferas.
Ejemplo: Había muchas serpientes mortíferas.
jueves, 7 de noviembre de 2013
Hola chicos, aquí empezamos nuestro Libro viajero, dentro del Taller de
Lectura del curso 1º B del centro educativo Real Mentesa de La Guardia
de Jaén.
En primer lugar, tenéis la introducción del libro viajero, que debéis continuar vosotros.
En primer lugar, tenéis la introducción del libro viajero, que debéis continuar vosotros.
Era
un día lluvioso, lo vi justo al levantarme de mi hamaca, aunque más
bien lo olí en el ambiente. De esas veces que dices: Huele a mojado.
(¿Sabíais que cuando huele a mojado, lo que huele en realidad es el
ozono del ambiente?).
Me
levanté y me dirigí a la cubierta del barco, era temprano, de
madrugada, y me tocaba hacer la última guardia de la noche. La
superficie del barco estaba mojada y se tambaleaba a causa del
oleaje, a veces era difícil mantenerse en pie. Cuando llegué al
puesto de guardia, salude a mi compañero:
- ¡Buenos días Peter!, por decir algo, la mañana se ha levantado revuelta. Anda y descansa todo lo que puedas antes de que se levante el Capitán.
- Muchas gracias Alberto! – Dijo Peter – Voy corriendo a dormir, pero antes pasaré por la cocina a ver que puedo birlar de comida sin que Brad el cocinero se dé cuenta, ya sabes cómo se las gasta. Al último que pilló le corto el dedo.
- ¡Pues corre Peter!, no sea que te corte el brazo entero, jajajajaja- rió Alberto
Peter
se fue y me quedé en mi puesto de guardia. A esas horas de la
madrugada era una de las peores guardias que te podían tocar, hacia
mucho frio y viento, aunque por lo menos se podía dormir durante
casi toda la noche. Mire hacia el norte, cogí el timón bien fuerte,
y me propuse pasar lo más plácidamente el tiempo de guardia que me
restaba por hacer.
Pese
al movimiento del barco, no había ninguna novedad conforme se
pasaban las horas. Miraba mi brújula para no perder el rumbo que
había marcado el Capitán el día anterior. Por lo visto nos
dirigíamos a por un botín de unos franceses cuyo barco se había
hundido una semana atrás, presa de una gran tormenta. ¡Cuánto odio
a los franceses! Eran fieros en batalla, pero cuando los apresabas no
me gustaba nada como hablaban.
Pasaban
ya casi las tres horas de guardia, aunque ya daba igual porque sabía
que no iba a volver a dormir, empezaba la jornada de un pirata. El
Capitán se despertaría y diría: “¡Brad, mi desayuno! ¡Los
demás, sucia y asquerosa escoria, a trabajar!”. Aunque ese no era
todavía el caso porque a lo lejos divisé algo, aunque no sabía que
era exactamente. Cogí el catalejo y mire a ver que era. Para mi
sorpresa era un mástil de un barco hundido que flotaba en el mar. Me
puse nervioso pensando que ese no podía ser el barco francés que
buscábamos aunque con mas frialdad pensé que debido al fuerte
viento, nos habíamos movido mucho más rápido de lo previsto. Seguí
mirando para no tener dudas y ahí estaba: ¡La bandera francesa
flotando en el agua!
Alberto, sorprendido por el descubrimiento de la bandera francesa,
corrió a llamar al Capitán. Este se despertó de mala gana,
insultando a Alberto repetidamente.
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